Esta es la historia de Abbi y de Brasna, una panadería pequeña con un corazón enorme. Nació de recuerdos familiares en Lago Epecuén, sobrevivió a tropiezos, a puertas cerradas y a la incertidumbre de la pandemia, y se hizo fuerte con un equipo que hornea panes con alma todos los días. Entre el perfume a pan recién hecho y la calidez de quienes lo elaboran, Brasna se convirtió en un espacio donde el amor, la memoria y el trabajo artesanal se encuentran. Porque para Abbi, dar de comer es un acto de amor —y cada bocado te lleva de vuelta a casa.

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